Hilo dedicado a seguir la actividad de tan destacada institución cultural.
El Museo de Bellas Artes de Sevilla fue fundado como “Museo de pinturas”, por Real Decreto de 16 de septiembre de 1835, con las obras procedentes de conventos y monasterios desamortizados por el gobierno liberal de Mendizábal. Se sitúa en la plaza del mismo nombre, ocupando el antiguo Convento de la Merced Calzada fundado en unos terrenos cedidos por Fernando III tras conquistar Sevilla.
El edificio que hoy contemplamos debe su organización general a las transformaciones realizadas en las primeras décadas del siglo XVII gracias al impulso de Fray Alonso de Monroy, general de la Orden desde 1602. El arquitecto y escultor Juan de Oviedo y de la Bandera presentó en 1603 las trazas e instrucciones para la construcción, que se inició con el derribo del antiguo edificio mudéjar. En 1612 se concluyó el templo y casi medio siglo después el resto de la fábrica, configurándose así una de las más bellas muestras del manierismo andaluz.
Desde su fundación como museo, el edificio ha experimentado tres grandes intervenciones. La primera, entre 1868 y 1898, con la restauración de las arquerías y muros del primer piso, solado de los claustros y su alicatado con azulejos procedentes de conventos desamortizados. La segunda, entre 1942 y 1945, con la apertura del patio de las Conchas en el espacio de la antigua sacristía y el traslado de la fachada principal de la antigua portada barroca a la calle Bailén. La tercera, iniciada en 1985 y culminada en 1993, se desarrolló en varias fases con el objetivo de lograr una rehabilitación total del edificio y su adecuación a las múltiples exigencias de la moderna museografía.
El museo evidencia su falta de espacio en la nueva exposición de Pedro Roldán.
Pedro Roldán: Obras maestras a la sombra de una distribución caótica
Museo de Bellas Artes de Sevilla: La exposición de Pedro Roldán clama por un espacio a la altura de su grandeza
La falta de espacio ha llevado a una distribución confusa, donde las primeras obras se pierden entre las limitaciones del montaje. Esta deficiencia en la disposición de las obras compromete el disfrute total de la exposición. El itinerario propuesto es del todo laberíntico, tan sólo alineado por unas serigrafías en la pared.
Que Pedro Roldán es uno de los más insignes imagineros españoles del siglo XVII para nadie, ni siquiera para los pocos amantes de la religiosidad popular que existan, les puede parecer algo difícil de entender. Su trabajo excelso, magnífico, impresionante nunca y tuvo la misma o parecida importancia que los grandes de aquel momento, Juan Martínez Montañés, Juan de Mesa, Francisco de Ocampo y toda aquella pléyade de grandísimos escultores que existió en la Sevilla, espectacular, del gran Siglo de Oro artístico. En este año se cumplen los cuatrocientos años de su nacimiento. Fecha para celebrar, máxime, ahora, que por cualquier mínimo asunto o por el más insignificante artista se celebran fastos impresionantes. Era de suma justicia que el gran imaginero tuviera un reconocimiento y una gran exposición. Otros lo han tenido para bien de la historia personal y de la significación que tuvieron en el discurrir del arte.
No es de recibo que una muestra de la importancia de esta, con el nombre de Pedro Roldán como protagonista, aquel excelso imaginero barroco, uno de los grandísimos de la Sevilla importante del gran Siglo de Oro, se presentase en una sala a todas luces pequeña para tan importante número de obras de calidad manifiesta que habían de ser contempladas con todo el rigor necesario. En ella, como ocurrió en la de Montañés, la movilidad es igual de caótica, provoca patentes aglomeraciones, impidiendo una adecuada visión. Esto es de claro suspenso en primero de una supuesta carrera de montajes expositivos. Poca y hasta absurda la justificación por la que se alude a haberse planteado el recinto imitando una especie de taller de imaginería. Pobre argumentación que no convence absolutamente a nadie.
Es muy buena noticia. Es la última pieza que le falta a Sevilla. Junto con la Biblioteca del la Universidad, que ojalá sepan buscar un sitio icónico para ella. En Monsalves tendrá que haber un concurso de arquitectura no?
En cuanto a Atarazanas todo lo que dice el consejero suena bastante bien. No tengo dudas que será un proyectazo de Vázquez Consuegra.
Es más que evidente que existe un abandono de Sevilla por parte de los políticos de todos los colores, tanto en el aspecto cultural, como en el aspecto de infraestructuras.
Los sevillanos tenemos mucha culpa de que eso haya sido así, porque hemos sido conformistas y no hemos reclamado lo que nos correspondía.
Sevilla tiene tanto potencial como para ser igual de grande e importante que Valencia, pero los sevillanos nos hemos acomplejado.