Madrid ¿capital desconocida?
En relación al interesante debate que hubo hace unos meses en Madrid comparada con
Compartíamos recientemente esta reflexión, a ver qué os parece…
Contexto…
Uno lee cosas sobre la “crónica” desconexión moderna de la capital o su “carente” monumentalidad, síntomas de un desconocimiento profundo. Que por cierto, sufren también muchos madrileños.
Madrid fue una urbe precursora como capital del Estado moderno y escenario de iniciativas urbanísticas ambiciosas y vanguardistas promovidas por la Corona y otros agentes, pero que por otro lado es normal que hoy sean ignorados y desconocidos: ese patrimonio heredero suele estar en mal estado, es inaccesible o está muy degradado.
Prado-Recoletos, Aranjuez, el Astronómico, un buen número de iglesias y basílicas, el Palacio Real, Ciudad Lineal, Ciudad Universitaria, el tridente de Carlos III, la Casa de Campo o el entorno de las puertas y fuentes monumentales.
Isidro González Velázquez, Vista del Paseo del Prado de Madrid desde la Cibeles, 1788
Es totalmente normal que justo esos lugares sean temas bucle en el foro: su gravedad es desesperante y clama al cielo. Esa falta, esa desidia cargante, rebosa lo estrictamente patrimonial para manchar la directamente el significado y peso histórico de Madrid, y si nos ponemos un poco dramáticos, diría que de todo nuestro país (un Louvre o un Sena degradados no manchan solo a París).
Estado actual…
La inusual desconexión que tiene últimamente la ciudad con la vanguardia, el talento (local y foráneo) degradan Madrid, una urbe que ha tenido, en varias líneas, serio compromiso con la excelencia.
Nuestra ciudad no puede quedar reducida a una metrópolis de urbanizaciones, autopistas, campus empresariales y centros comerciales, rodeando un centro turístico.
Madrid tiene, cimentado en su patrimonio, historia y condición capitalina, un potencial simbólico, cultural y político enorme. No debe olvidarse.
Los proyectos y transformaciones que se lleven aquí a cabo no deben perder de vista esa proyección amplia, hay que evitar que la transformación de la ciudad se limite exclusivamente a lo inmobiliario y al pet project electoralista.
Ese es un criterio que hasta muchas capitales de provincia y autonómicas han entendido e interiorizado.
Tristemente, casi todos los proyectos significativos que está llevando a cabo la ciudad caben, perfectamente, en esas dos categorías:
- La Estrategia del Sureste no es un proyecto para desarrollar el nuevo Madrid del siglo XXI ni hace un expansión de la capital ejemplar y vanguardista: es un gran operación inmobiliaria, y ya
- Los soterramientos en marcha, especialmente el último de Ventas, no obedece a ningún plan ni proyecto de ciudad, sino a iniciativas rápidamente ideados y proyectadas para materializarse convenientemente en plazos electoralizables
Este componente cultural y simbólico que debería atenderse para Madrid de ninguna forma es incompatible con el desarrollo económico y el atractivo inversor.
Al contrario: refuerza esa dinámica, asentando una posición sólida de Madrid en el mundo de las ciudades globales, que nunca se limitó exclusivamente al PIB o la población (por algo las metrópolis globales son París, Nueva York o Tokio, y no Bombay, el Ruhr, Yakarta o Atlanta).
Por hacer…
De contar con gente astuta (¡la mejor posible!) que detecte los potenciales de la ciudad son muchas las oportunidades se podrán desarrollar con eficacia, avanzando hacia la mejor metrópoli que atraiga el mejor talento de España, el mundo hispanohablante y más allá, abriendo e investigando una forma particular de hacer gran ciudad (masiva pero humana, anónima pero cálida, diversa pero integradora… más alineada con los valores que podemos asociar a los españoles, el mediterráneo o el mundo latino) distinta a la que podemos ver en las urbes EEUU, las problemáticas grandes capitales europeas o las mega urbes asiáticas.
De paso, atrayendo focos mediáticos, consolidando nombre y marca de ciudad, una alternativa interesante a seguir para ciudades españolas y del resto del mundo.
Madrid no se merece menos. Ni guiarse por complejos (no vamos a ser menos qué X, vamos a ser el nuevo Y), ni limitar la ciudad a un lugar de actividades inmobiliarias y gestión mediática, ni permitir que el nuevo Madrid esté definido por lo banal, lo mediocre y el descuido, dando la espalda al talento que bulle por sus calles (¡más el que podría llegar si se pone a girar la rueda!).
Con la forma de proceder reciente y actual sale herida Madrid y, aunque a los españoles nos cuesta decir esto, por tanto también sale herida España.
Ni olvido ni perdón… ¿por qué Roma o París no han materializado algo así en el Tíber o el Sena?
En otros países esta tarea cae centralmente en el Estado. Las transformaciones ambiciosas del Madrid del pasado habitualmente en la Corona y en la aristocracia, que estaban ligados por sofisticados círculos artísticos y culturales (y familiares) con el resto del continente.
Un temeroso franquismo gestionó un Madrid que le desbordó: pronto sobrepasó las fronteras impuestas por planeamientos limitantes, se abandonaron proyectos y visiones anteriores, y puede que ahí empezara la visión limitada de la ciudad actual, como un lugar más, de carreteras, complejos de oficinas y urbanizaciones, ¿una ciudad de provincias solo que varias veces más grande de lo normal?
La inusual estructura descentralizada con el peso de la política regional en España traslada gran parte de la responsabilidad a las instituciones regionales y municipales madrileñas, que deben realizar un trabajo mucho más serio y con mayor altura de miras que el resto de CCAA, mirando más allá de las fronteras locales (aunque contando con y desarrollando el mejor talento local) y sin limitar la política a meros números (aunque sin olvidar su relevancia).
Otras regiones centran su política autonómica y municipal a una sencilla y trivial gestión.
Otras se dedican a construir nación. Un plano polémico y cuestionable pero más elevado que la trivial gestión (hay un proyecto y compromisos serios que lo guían y comprometen todo, o casi todo; una altura de miras diferente pero generalizada).
Las instituciones de Madrid deben dedicarse a construir una capital global, que ate al país y proyecte su talento, economía y saber.
Para avanzar en este sentido más que intentar “copiar” a lo que hacen ciudades de moda hay que mirar hacia atrás y estudiar como llegaron a transformarse y operar urbes avanzadas del pasado. Aquí no paran de salir: la Roma imperial o papal, el Madrid renacentista y neoclásico, el París barroco y el haussmaniano, Berlín Elektropolis y el reunificado, la Barcelona olímpica. Lugares y momentos que desarrollan una nueva forma de hacer ciudad, hervideros de talento y transformación, que las élites económicas y políticas muchas veces alimentaron y dirigieron.
Madrid está en la condición de abrirse hacia uno de estos momentos, pero no está sucediendo.