LA CONSTRUCCIÓN DEL PALACIO LONGORIA
La lectura de periódicos antiguos en la web de la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional proporciona detalles curiosísimos sobre la historia de Madrid. He tropezado con una noticia llamativa que publicó La Época el 12 de febrero de 1903: En la Comisión de Obras, que hoy se ha reunido, se ha dado cuenta de un curioso expediente, del cual resulta que en un solar propiedad del Ayuntamiento situado en la calle de Fernando VI está construyendo el Sr. Longoria, sin previa licencia y sin títulos de propiedad, una casa de planta, que ya se encuentra á la altura del entresuelo. La Comisión propondrá al Ayuntamiento que la casa sea demolida y que el terreno se saque á subasta. El solar mide una superficie de 2.000 pies cuadrados.
Al día siguiente el mismo periódico dice que, según informes recibidos del Ayuntamiento, el Sr. Longoria compró el solar que forma el ángulo de las calles de Fernando VI y Pelayo, con objeto de edificar en él una hermosa finca, presupuestada en tres millones de pesetas. Al hacer la tira de cuerdas se encontró con que en la alineación de la calle de Fernando VI existía una parcela de 2.000 pies de terreno que era propiedad del Ayuntamiento. En vista de que la ley concede el derecho de adquirir esta parcela, llamada obligada, solicitó el Sr. Longoria del Ayuntamiento la correspondiente tramitación del expediente; pero como la resolución del mismo se retrasaba durante meses y meses y la cimentación de la casa no podía continuarse, apremió el Sr. Longoria al entonces alcalde, Sr. Aguilera, quien, con objeto de que dicho señor no se perjudicara, concedió autorización verbal para construir, sin perjuicio de que el Ayuntamiento autorizara la venta de dicha parcela. Y ahora resulta que el Sr. Longoria ha edificado en un terreno, contando con una autorización provisional del alcalde, y que, á pesar de encontrarse dispuesto á pagar en el acto las 60.000 pesetas que vale el terreno, no lo puede hacer, porque el expediente no está resuelto.
En sesión de 8 de mayo de la Comisión de Obras se discute ampliamente el dictamen sobre la licencia para construir, la aprobación de la tirada cuerdas practicada para señalar las alineaciones del solar y la adjudicación al propietario de éste de la parcela inedificable sobrante del solar. El Sr. Sánchez Covisa se opone á la concesión de la parcela, fundándose en que debe sacarse á subasta con arreglo á la ley y mientras esta no se efectúe, lo edificado por el dueño del solar en la parcela aludida, debe considerarse propiedad del Ayuntamiento con arreglo al Código Civil. El presidente de la Comisión de Obras, Sr. Bas, defiende lo hecho por el Sr. Longoria, diciendo que la construcción de su palacio ha de honrar al pueblo de Madrid, por la magnificencia con que la ejecuta, y que como la parcela propiedad del Ayuntamiento es inediflcable, según el arquitecto, nada más justo que se adjudique al Sr. Longoria, para completar la obra grandiosa que ejecuta. Después de muchos cabildeos y consultas y no poco desorden, logra el presidente restablecer la calma, y se aprueba el dictamen con la enmienda del Sr. Vincenti, quien propone se eleve el precio de la parcela á 400 pesetas el metro cuadrado.
La publicación La Construcción Moderna, publicó el 15 de abril de 1903: Entre los adelantos en materia constructiva que está empleando el citado Arquitecto [Grases] en dichas obras, hay uno que merece especial mención, por mejorar en gran manera las condiciones higiénicas de la vivienda. Nos referimos al sistema de alcantarillado y saneamiento que ha adoptado, y en el cual substituye el antiguo procedimiento de alcantarillas y atarjeas de ladrillo, por el uso exclusivo de los tubos de grés, colocados en forma tal, que su limpieza y reparación sean fáciles, y evitando al mismo tiempo filtraciones que tan perjudiciales son á la construcción y á la higiene. Pero La Construcción Moderna también publicó el 30 de julio de 1904: Es un verdadero palacio archimodernista. Aquello, sin dejar de ser artístico, y hasta notable, es al mismo tiempo una serie de lamentables equivocaciones. La primera, y acaso la mayor de todas, es su emplazamiento. Da verdadera lástima ver un derroche tan grande de ingenio, de arte y de dinero, tan mal empleado por la equivocación sufrida. Sobre esto se podría escribir un libro, reservando el epílogo para que lo hiciera el mismo Sr. Longoria.