Este es el último post que publico al respecto, convivamos en paz.
Lo que estoy discutiendo no es ni la arquitectura del edificio ni los objetos que se van a incorporar, que espero sean de una gran belleza e interés, a la altura de la Realeza.
Tampoco discuto la intención de que exista tal museo. Mi opinión es que cualquiera es legítimo.
Lo que he intentado comunicar es que la museografía que se está elaborando en la actualidad, es decir el relato que se va a proponer a los visitantes sobre los objetos expuestos,
y de rebote sobre sus antiguos propietarios y sobre su incidencia en España durante el periodo de su administración, no debería endiosar ni alabar a los reyes.
Si el relato del museo piensa solamente contar a los españoles la fabulosa saga genealógica de los reyes y sus benefactores logros para España, a través de sus posesiones más valiosas, lo encuentro insuficiente, sesgado y partidista.
En este caso llamémoslo más justamente “El Museo de los Amigos de la Monarquía”.
No olvidemos que este museo es presupuestado con partidas públicas, que muchos miles de españoles hostiles, véase indiferentes, a la monarquía, están obligados a contribuir.
Esto realmente no es el problema porque así es la democracia, la mayor parte de nosotros estamos pagando muchos proyectos y programas que no queremos pero que son obligatorios, no podemos hacer nada, no nos han pedido nuestro parecer…
Los que sean antimonárquicos pues que se aguanten y a voltear la cabeza hacia otro lado.
Sin embargo, ya que el relato está en vías de construcción - y no me extraña que tarde mucho tiempo en decidirse si hay gente con ideas similares a las mías que participe en el asunto -
se podría consensuar una propuesta “equilibrada”, a través de las colecciones, que ofrezca una visión histórica de la monarquía española con sus luces y sus negras sombras, como cualquier buen cuadro de Velázquez, por ejemplo.
Todos in autobombo, con rigor histórico y sin demasiada complacencia hacia la monarquía, por favor.
Una cosa es su gigantesco y hermoso legado, otra es la vida de sus representantes máximos, no tan hermosa en muchas ocasiones.