Creo que la idea de convertir el Palacio de la Música en un centro dedicado primordialmente a la música clásica —conciertos sinfónicos, de cámara, recitales—, tal como se planteaba en el proyecto original, terminará derivando hacia “productos” de menor coste y mayor rentabilidad. Ya veremos, pero estoy casi convencido de que así será. Porque —y esto daría para un debate aparte— la música clásica que no es deficitaria (y cuyo déficit no está cubierto por mecenazgo privado o subvención pública) suele ser, salvo honrosas excepciones, o bien de calidad cuestionable o bien de precios prohibitivos.
Una oportunidad perdida para haber trasladado allí a la ORTVE, los conciertos sinfónicos de la ORCAM, y con ello, haber llevado la música clásica al corazón del ocio madrileño.
Alegría a medias.