En la trasera, directamente, parece como si hubieran agotado el presupuesto.
Además, finales de los 40, eran ya otros tiempos, de arquitecturas menos adornadas (por más que, por esas fechas, comenzara a levantarse la Laboral del equipo de Moya, otro con dos sílabas).
Anda, que como a alguien le dé por recuperar la composición original de cara al centenario del inicio de obras del edificio…(1933, quedan nueve años). Y, de paso, recuperar las lonjas y los patios para usos no autodependientes.
Otra curiosidad sobre el edificio. Y es que, más allá de la ordenación de Madrid o de la exaltación republicana, había otro motivo para meterse en esos berenjenales: y es que el paro era elevado, el campo se había hundido como consecuencia de sequías primero y de las malas políticas agrarias (importación de cereal) después, de forma que Madrid era destino de campesinos arruinados que se sumaban a los obreros sin trabajo. Así que que Prieto decidió que meterse en el fregado de los NNMM y los enlaces ferroviarios -y, ya de paso, en el primer tramo de lo que luego fue Generalísimo, era una forma de aliviar el paro obrero y campesino con tres obras complementarias que, además, proyectaban una nueva imagen del estado republicano.
Con todo, para 1936, a tres años de su comienzo, las obras estaban aún muy lejos de su conclusión.
Se construía, a la par, la Ciudad Universitaria, un proyecto de la Monarquía que, sin embargo, y tras algunas reticencias iniciales ( no sé si es Azaña el que, en sus memorias, dice que fueron a ver qué se estbaa construyendo allí, quedando pasmados tanto por la desaparición de bosques de solaz ciudadana como por la magnitud de las explanaciones) asumió la República, pero que, salvo la facultad de Filosofía, nunca llegó a inaugurarse.











