IFEMA | Madrid

A nivel nacional son comparables porque ambas están varios escalones por encima de la tercera, Valencia (sin menospreciar a la magnífica ciudad levantina) en muchos ámbitos. Pero siempre he sostenido que Barcelona (nuevamente sin menospreciar) no está en la liga de Madrid. Ya no.

Lo hemos comentado muchas veces, en el Manzanato y Mangadazo (vaya dúo, en sus antípodas ideológicas pero en la misma sintonía cutronga-salchichera) Madrid parecía resignada a ser una capital administrativa, más que al estilo Camberra o Brasilia, al estilo Washington, mientras que Barcelona era lo moderno, lo atractivo.

Sé que El País no se ha distinguido nunca por querer demasiado a Madrid, pero en aquellos años sacó un semanal dedicado casi en exclusiva a comparar ambas ciudades. Ni que decir tiene que perdíamos por goleada, Manzano vs. Maragall, Barcelona subía en picado y sin techo, Madrid incluso perdía población, los ecos de la Movida se nos habían acabado, éramos la ciudad de los túneles y las violeteras, del concejal de opereta Ángel Matanzo, el paradigma de lo cutre, lo sucio… Había incluso una viñeta de Forges que me llegó al alma, que decía algo así como: “mucha rambla, mucho alcalde sociata, mucho Barça y mucho Seny pero ya querrían tener en Barcelona todos estos ruidos y estas basuras”, como si en la ciudad condal no hubiese nada de eso. O “los catalanes estábamos tan resignados hasta que llegó Maragall a la alcaldía y Cruyff al Camp Nou”…

…Todo eso ha cambiado. Madrid ya no es una capital administrativa, es el primer polo financiero, museístico, cultural, con una vida nocturna que le da unas cuantas vueltas a la ciudad condal, con mejores infraestructuras… y el movimiento independentistas (que es mucho más que querer ser capital de estado, es racismo, xenofobia y supremacismo, ultraderecha pura, la peor de Europa, aunque lo disfracen de esquerra) les ha dado la puntilla. Ni éramos nosotros tan poco, ni ellos tanto… nosotros estábamos de pie en un hoyo, y ellos subidos a una banqueta.

Por eso me fastidia la falta de ambición, las Almeidadas, la evocación a políticos grises y pacatos como Manzano, o como Barranco, que era aún peor… Antes de que llegue el próximo Mangada, hay que seguir con las reformas, transformando Madrid con esa ambición gallardoniana.

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