Yo te puedo decir que cuando estudiaba en la Complutense, a este monumento lo llamabamos *Homenaje al Avecrem, por el pollo que lo corona. Hace de esto un porrón de años.
Sobre el tema del arco, me he mantenido al margen.
Por mi salud mental, porque no doy crédito a lo que estoy leyendo.
No me refería a ti exactamente cuando he nombrado a los “hooligans”. Lo único de tu propuesta en lo que no estoy de acuerdo es en lo de no cambiar el nombre, lo demás efectivamente lo veo muy en la línea de lo que muchos hemos comentado.
Creo que el ciudadano merece que se le explique* el monumento y su historia, tal como fue concebido o al menos sí construido, y sin alterar nada. Obviamente esto será imposible sin antes dignificar toda la zona que prácticamente se está cayendo a cachos. Que bueno, es una preferencia mía y si se le cambia el nombre pero se arregla todo me valdría.
Tengo muchas dudas, pero finalmente me decanto por no cambiar el nombre.
Explicando bien el contexto por supuesto y adecentando la zona.
En la vida hay que pedir y ceder. Si hay gente ofendida con el cambio de nombre pero dispuesta a explicar qué es y qué supone pues venga choque de manos y pacto.
A pesar de que considero que no cambiar el nombre ya es una decisión en sí misma sobre su propio presente. Hay miles de calles, monumentos, edificios, que con el paso del tiempo han cambiado de uso, de nombre y de todo con una naturalidad pasmosa y eso no ha borrado su pasado. No veo porque aquí habría de ser así.
Si es que al final nos pondríamos de acuerdo, y se ve en los resultados. Cediendo unos en cambiar el nombre o no…pero saldría adelante algo digno y una reforma del espacio. Y de momento nadie se ha atrevido a votar “echarlo abajo”…Será que en verdad no hay tanto hooligan.
Yo no creo que cambiar el nombre del arco sea reescribir la historia. Descontando que la historia nunca para de escribirse y reescribirse desde el mismo momento en el que sucede, y como prueba los tiempos presentes.
Me parece que el nombre es ofensivo simplemente por encontrarse el arco de espaldas a la ciudad que fue arrasada por ese grupo victorioso al que apela el monumento.
Creo que un cambio de nombre serviría para deslegitimar al monumento y al régimen que lo erigió. Y nos quedaríamos con un monumento en pie, fraquista, pero sin la celebración del franquismo.
De la misma forma que sacar a un dictador de su mausoleo lo deslegitima a él, a su obra y a sus seguidores.
Y como muestra la historia de la actual Castellana, que durante la dictadura se llamó Av del Generalísimo, hasta que volvió años después a recuperar su nombre. ¿Debería seguir llamándose Av del Generalísimo, para así no reescribir la historia, cuando el mismo cambio de nombre es parte ya de su historia?
En definitiva, adaptarse a los tiempos contemporáneos no es reescribir historias. Pasar de una dictadura a una Democracia, tampoco. Y si el arco cambia de nombre, será algo que añadir a su propia historia.
Ui, pues fíjate que lo de echarlo abajo siempre me ha parecido la postura más radical con un monumento como ese. Ya no es que no la comparta es que no la entiendo. El monumento no lo considero como si fuera un busto cualquiera de Franco o algo horrible como lo de Tortosa, y sí algo bastante único. Similar me pasa con la cruz del valle, bueno con este más porque es algo mucho más grande, impresionante e único.
Me meto en el debate @Rakshasa , porque es muy interesante, pero no por polemizar.
Hay que tener en cuenta que la historia necesita de datos e información de contexto que permita entenderla. Eso es precisamente lo que hacen los museos. Resignificar algo no implica destruir la historia, sino rebajar los símbolos enaltecedores de regímenes que van en contra de nuestro sistema. Por ejemplo: no permitiría una estatua de Stalin en mi país que dijera: “héroe de la patria o los trabajadores”. Es necesario que las nuevas generaciones sepan qué implican algunos dirigentes, símbolos o monumentos. Si no resignificas, gente viendo estatuas ecuestres de dictadores pensarán que fueron grandes héroes nacionales.
¿El límite temporal? ¿Hasta dónde llegamos? En mi opinión, hay que hacerlo con aquellos símbolos que van en contra del status quo democrático actual. Una estatua de un faraón no molesta: no hay riesgo de una nueva dinastía opresora egipcia. Una estatua de un dictador que subvirtió la democracia, o que este siga enterrado en lugares de honor sí: sin contexto lanza un mensaje equivocado a las nuevas generaciones. La historia, para serlo, requiere de contexto y datos que la explique.
Dicho lo cual, sobre lo que dice @Perro_Viejo : no podría estar más en desacuerdo en todas esas voces que abogan por destruir esos monumentos, como el valle de los caídos. Sería una colosal barbaridad, cuando es un monumento impresionante. De hecho, ya me molesta que esté tan deteriorado.
Eso es: no destruir los monumentos, ni mucho menos, pero ayudar a entender a turistas o futuras generaciones que eso estuvo mal. Que no nos gusta y que el nuevo sistema prevalecerá. No es reescribir la historia pues los vestigios siguen ahí. Es interpretarla de forma diferente.
Es verdad que los historiadores también difieren en muchos aspectos al interpretar el pasado, pero hay aspectos básicos que creo tienen consenso.
Insisto, desde mi punto de vista, ofrecer explicaciones de los testigos de la historia (monumentos) pasa por mostrarlos tal y para lo que fueron concebidos (tanto de las monarquías absolutistas como de los regímenes autoritarios del siglo XX…). A partir de ahí se pueden, y quizás se deban, añadir tanto explicaciones como monumentos que pongan de manifiesto el cambio de paradigma, los valores actuales y dialoguen o confronten con los del pasado.
De lo contrario, entraríamos en una vorágine revisionista de todo, lo que como tú propones, entrase en conflicto con “nuestro sistema”. Lo cual es mucho y muy extenso.
Dicho esto, volvamos a los mínimos en los que estamos de acuerdo, como que hay que mantener, restaurar y preservar el patrimonio, lo erigiese quien lo erigiese y fuese destinado a lo que fuese.
En lo que discrepamos es en el cambio de nombre, porque como ya he mencionado anteriormente, por mucho que entre en conflicto con nuestros valores, el arco lleva en su “ADN” (su historia) algo de lo que no podemos escapar ni maquillar.