Ayer me quedé traumatizado al ver la iluminación y espectáculo de la Real Casa de Correos. Parecía un lupanar de carretera, se han superado en ordinariez y horterada.
Hasta los chorros del pobre Carlos III con tanto colorinchi (en la fotografía no se aprecia) te hacían sangrar los ojos y denigraban la dignidad del gran rey.