La pauta de distribución de la población en España ya la describió Perpiñá en su corología, allá por 1953.
Por entonces ya detectaba su litoralización en media docena de grandes núcleos así como la eclosión de un Madrid rodeado por un vacío.
Setenta años después, la pauta sigue siendo, en esencia, la misma.
Como excepciones cabe señalar el eje Burgos (una provincia interesantísima)-Valladolid así como del Eje Atlántico gallego (en parte, a lomos del los Planes de Desarollo de los 60) y el auge de áreas como Málaga o Alicante como consecuencia de l turismo.
Piketty, que anda un poco despistado en casi todo lo que escribe, apunta a una causa que puede potenciar el fenómeno, pero no, desde luego, en su causa.
Los fenómenos seculares no son fáciles de enmendar. En tiempos de Franco los Planes de Desarrollo intentaron contener esta tendencia, con éxito dudoso. En democracia no se ha hecho nada; o, mejor dicho, se intentó hacer con la descentralización (contra Madrid) obteniendo el efecto contrario. Ahora algunos lumbreras hablan de desmigar las instituciones del estado por todo el territorio, algo que sólo se hace cuando no sabes qué hacer: es como repartir la herencia de la abuela.
Habría que mirar a Francia y a su potenciación de industria agroalimentaria, pro ejemplo, así como a sus esquemas de comarcalización, con eso que llaman Aires de Activité. Alemania (mucho más densa que España) tiene industrias notables en cada pequeña villa. La solución no pasaría tanto por desmontar las ciudades para llevarlas al campo como por potenciar los recursos endógenos -con excepciones, nuestro campo y foresta tienen escaso valor añadido- diversificando la estructura económica bajo una marca país potente que Italia o Francia sí tienen y España no tanto, por arprovechar las ventajas de las TIC, etc. etc. A mí me encanta cuando llegas a un pueblo castellano, por decir una región y, además de agricultura, tiene una fábrica de campanas, otra de carrocerías y unas ruinas romanas bien expuestas. El problema es que las campanas y las carrocerías se venden lo justo y casi nadie conoce las ruinas romanas. De ahí la necesidad de esa marca país y de saber potenciar lo endógeno, atrayendo también lo exógeno.
No se fijará población si no se crea empleo. Y no sólo de servicios sociales, agencia de desarrollo u oficina comarcar, sino de actividad que sustente todo eso, capaz de aplicar modernas tècnicas de gestión a la actividad tradicional, sea quesera, campanera o lo que se quiera.
PD: miedo me da la gestión de los Next Generation.