Hoy he descubierto un monumento, destruido y desaparecido, en el ¿Parque del Oeste? a los héroes de Marruecos, de Antonio Palacios (¿Y la parte escultórica puede que de Benlliure?).
Eran siete bustos dispuestos de manera circular mirando al centro. A ver si soy capaz de encontrar algo con lo que subirlo con mayor nitidez.
A mí me recuerda a la escultura de período clásico griega. Yo creo que el problema está en que ha buscado darle un carácter de solemnidad casi regia a unos personajes a los que les encajaba más algo más dinámico y expresivo.
Esta mañana, en la glorieta de las Fuerzas Armadas, se ha celebrado el acto cívico militar de inauguración del cañón antiaéreo 90/50 MM M1 cedido por el Ejército de Tierra.
Un ejemplo de escultura figurativa en un memorial monumental militar terminado hace poco por Sabin Howard de estilo más tradicional, pero interesante ( más cinematográfico, tal vez)
A mí me cuesta pensar que sería lo ideal y a veces me cuesta saber si algo me gusta o no…
No sé si es la influencia del mundo pop, de los videojuegos y su epicidad, que muchos monumentos contemporáneos bien podrían estar en un stand del E3 o ser el fondo de un menú de carga de un juego bélico.
¿Fondo de carcasa de un videojuego?¿o cuadro…?¿o nuevo monumento?
¿Ahora puedes jugar a ser un miembro de la familia del zar?
No sé. No sé si es la falta de dinamismo, la literalidad tan detallada, las poses… Veo un denominador común… Sin duda las piezas del XIX, presentes en casi cualquier ciudades importante, están a años luz… O esa es mi sensación.
Es comprensible, son estilos que se fueron dejando atrás después de las vanguardias del siglo XIX en adelante. No deja de ser una artesanía, y dominarla cuesta tiempo y dedicacion. Trabajar la expresividad y el dinamismo en las esculturas no es algo que a todo los artistas les salga del todo bien, se suele tender al mazacotismo. No es ni antiguo ni moderno, es … pues eso… mazacote. O como un videojuego.
El arte ha ido por otros derroteros en este siglo y el anterior, y la mayoría de monumentos públicos de ese tipo ( y de cierta calidad) son ya modernos o contemporáneos. Y abstractos.
Creo que si se quieren recuperar tradiciones figurativas se tendrá que hacer de otra manera, tal vez explorando las nuevas tecnologías, impresión 3d, captura de movimiento… y combinarlo con técnicas tradicionales, por ejemplo.
Ya hay artistas que lo hacen, pero con temáticas muy diferentes, claro.
Yo es que en escultura demando lo mismo que en la pintura, la música, la literatura….que para eso es una expresión artística, creatividad!
A mi este tipo de monumentos que son como una foto en 3D, no me dicen absolutamente nada y de hecho no los considero Arte. Cualquier pintura o escultura, más o menos realistas, que conocemos de otras épocas, tienen algo que les confiere personalidad y un punto del alma del artista. A mi me encantan António López e Isabel Quintanilla, pero porque sus pinturas huyen de la copia literal de lo que ven. Prefiero una escultura abstracta que no me refiera a nada, pero que me guste a nivel compositivo, que cualquiera de estas estatuas de colección de modelismo.
Creo que el monumento de Washington es bastante ingenioso, es difícil encontrar una bandera y su mástil mejor arropados. A mí que no me hacen ninguna gracia ni los nacionalismos ni las banderas, reconozco que ese monumento resulta emocionante y a la vez monumental por su tamaño y ubicación. El que parta de una fotografía, de un hecho real, también cuenta. Otra cosa es su calidad artística.
Es obvio que el monumento a Alfonso XII no sería lo mismo si no tuviese delante el estanque del Retiro. El contexto en el caso de los monumentos es fundamental. Hay monumentos que tienen una buena factura y parten de una gran idea y sin embargo pueden molestar. A mí me pasa con “El abrazo” de Genovés. Entiendo que lo ubicasen en la plaza de Antón Martín recordando el asesinato que ocurrió ahí de sindicalistas a manos de terroristas fascistas, pero el poco espacio que tiene a mí me agobia.
También hay que tener en cuenta otras cosas. Volviendo al monumento a Alfonso XII, tiene una calidad sobresaliente no solo por su tamaño y ubicación, también por la calidad de los artistas que lo realizaron. Una calidad que empleando el mismo lenguaje es muy difícil de encontrar hoy en día. Y no se trata de lenguaje figurativo versus abstracto, una dicotomía superada hace décadas. Ron Mueck, Jaume Plensa, Patricia Piccinini, Maurizio Cattelan, Juan Muñoz, Bernardí Roig o Francisco Leiro hacen esculturas en donde el espectador puede reconocer fácilmente lo representado y no son menos “contemporáneos” que Cristina Iglesias, Blanca Muñoz, Anish Kapoor, Tony Cragg o Anthony Caro. Bueno, “contemporáneo” es todo lo que se hace en un momento dado. Y una cosa es reconocer lo representado y otra muy diferente es que nos conmueva, interpele, emocione, agrade, repela o nos sea completamente indiferente. Estado de ánimo este último que es bastante habitual al ver las esculturas que han inaugurado en los últimos años por toda la ciudad.
Si hiciésemos un repaso a las esculturas más recordables y populares entre los madrileños que han sembrado la ciudad en los últimos años, diría que “Julia” sería la ganadora. También creo que la cabeza gigante de Valdés en el Parque Lineal del Manzanares, las de Botero o la puerta del Prado de Iglesias son bastante populares.
Creo que todo el mundo sabe que en la ciudad de Méjico hay una réplica del monumento dedicado a Cibeles cuyo original está en Madrid. Lo que creo que no es tan conocido es que en Méjico hay también unos pegasos de Querol y que como ocurrió en Madrid, allí también descendieron del lugar previsto.
Pegaso mejicano
A mí me recuerda al monumento a Daoíz y Velarde, que es unos años posterior. El cañón, las figuras un poco acartonadas, con las inflexiones de los miembros poco naturales. Las piernas y brazos son muy parecidos. Más que humanos parecen maniquíes. Luego la pesadez de las banderas en el monumento inglés y las vestimentas en el caso madrileño. Por su torpeza quedan lejos de los mejores ejemplos del neoclasicismo y todavía no se intuye la expresividad que llegaría con el romanticismo